La insaciable sed de dinero del expresidente de la Comunidad Autónoma de Madrid nos ha dado la semana. La presunta cohorte de conseguidores y paniaguados que pululaban a su alrededor en busca de favores ha provocado nuestra indignación y repulsa más absolutas. Parece que algunos, pocos, se creen por encima del común de los mortales, intocables y omnipotentes. Afortunadamente la justicia, impenitente aunque lenta, ha venido finalmente a ponerles en su sitio.
Otros pocos, los integrantes del «matriarcado» de los Pujol, se han sumado al esperpéntico desfile de presuntos estafadores que una vez jugaron a ser honorables pero que, según parece, nunca fueron acreedores de tal dignidad. Mientras tanto en las mismas tierras ampurdanesas algunos, pocos, se empecinan incansablemente en arrojar leña al fuego del separatismo y la confrontación. La escenificación del rupturismo parece sin embargo ir perdiendo respaldo entre los líderes internacionales, que cada vez hacen más el vacío al Sr. Puigdemont en su delirante deriva hacia ninguna parte.
Algunos, pocos, quieren pescar votos en el río revuelto del hartazgo del común, que asiste atónito al irresponsable espectáculo. Arremeten así contra el gremio de jueces y fiscales, cuestionando su imparcialidad y socavando peligrosamente la confianza de la ciudadanía en sus instituciones democráticas, que les pertenecen tanto como a los que se erigen en sus salvadores. Estos pocos anuncian solemnemente mociones de censura de dudosa concreción que no hacen sino contribuir al desconcierto general, en lugar de negociar, dialogar, trabajar en suma.
Algunos, pocos, desde dentro de los partidos políticos prefieren utilizar su personal ámbito de influencia en su propio beneficio, en lugar de sumar al proyecto de un ideario colectivo. Un ideario que en lo esencial, en un país de amplia trayectoria democrática como el nuestro, debería compartir al menos sus fundamentos éticos con el adversario político.
Mientras tanto, algunos medios de comunicación, pocos, prefieren servir de altavoz a otros tantos que se empeñan en hacer política a golpe de titular, en lugar de facilitar a sus profesionales las condiciones para el ejercicio responsable del periodismo.
Resulta difícil mantener una actitud positiva ante este panorama. Pero es imprescindible hacerlo. Desde el pesimismo, el conformismo y la resignación no se puede construir el futuro. Pero mucho menos puede hacerse desde el resentimiento, el odio y el populismo barato. El hecho de que los escándalos de los González o Pujol aparezcan de forma recurrente en los medios de comunicación no debe hacernos olvidar que son solo algunos, pocos –y casi siempre los mismos– sus protagonistas. Y que son muchos más los que desde las instituciones públicas se esfuerzan cada día por hacer las cosas de otra manera, sin servilismos, con altura de miras, desde el respeto y la profesionalidad. Toca ser beligerante, con el corazón caliente pero la cabeza fría, contra unos pocos. Para que lo sigan siendo, y porque el resto somos muchos más.
[Publicado en el Diario de Ávila el 30 de Abril de 2017]