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Semana de pasiones

Las vacaciones son sagradas. Lo dicen los ingleses, que santifican todas ellas –holidays significa literalmente «días sagrados»–. Quizás sea la Semana Santa precisamente el período del año más propicio para una escapada vacacional. En primer lugar porque suele coincidir con el inicio de la primavera cuando, tras los rigores del invierno, tan necesitados estamos todos de luz, calor y tardes largas. En segundo lugar porque desconectar durante unos pocos días ofrece un providencial efecto reparador concentrado en apenas unas jornadas. Y tercero porque a la oferta turística permanente del país se le suma precisamente la rica tradición propia de las celebraciones de la Semana Santa.

Estos días hemos visto como nuestra ciudad se inundaba, literalmente, de visitantes que venían a conocer la nuestra, declarada recientemente de Interés Turístico Internacional. Y aunque los excesos de algunos en su profesión religiosa puedan servir como argumento a los detractores de estas celebraciones lo cierto es que, sea como manifestación cultural, artística, o simplemente antropológica, la Semana Santa es una buena oportunidad para despertar inquietudes.

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Lección vienesa

Al atardecer del 6 de diciembre de 1791 el coche de caballos con los restos mortales de Wolfgang Amadeus Mozart cruzaba las puertas del cementerio vienés de St. Marx. Cuenta la tradición que los escasos alumnos y amigos que acompañaban al genio salzburgués, tras el funeral oficiado en la catedral de San Esteban, no pudieron seguir el ritmo del carruaje hasta las afueras de la ciudad, y que cuando por fin llegaron al cementerio el cuerpo del compositor había recibido ya sepultura en una tumba comunitaria. Se perdía de este modo para siempre el rastro del más grande creador musical, quizás el mayor genio de la historia de la humanidad. Hoy día un sencillo memorial recuerda el tesoro que encierra, en algún lugar de sus sagradas entrañas, el pequeño camposanto. A la sombra de un viaducto, rodeado de concesionarios de automóviles y modernas oficinas, el tiempo parece haberse detenido aquí a la hora precisa en la que la tierra abrazó el cuerpo sin vida de quien la dedicó enteramente a la música. Un poco más allá los restos de Beethoven, Schubert y Brahms reposan, esta vez perfectamente identificados, en el Zentralfriedhof de la capital austriaca.

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Paisanaje

Mientras la joven del sencillo abrigo rosa mira distraídamente por la ventana del autobús, su novio charla animadamente con la señora de rostro risueño y traje atemporal. Ésta devuelve la conversación a la parte delantera del vehículo, como quien reparte juego en un partido. Su marido, en el asiento posterior, observa callado la evolución de la charla, con la misma calma con la que se ha mostrado durante todo el fin de semana. La que parece ser la madre de la señora saborea con fruición su tarrina de arroz. Es musulmana, aunque su perenne gorro de lluvia estampado no lo deje entrever, y la sabrosa carne que nos han puesto no parece formar parte de sus costumbres. Las mías en cambio se han adaptado progresivamente a las chinas, lo que sorprendentemente me ha permitido no echar de menos la gastronomía de mi tierra.

Dicen por aquí que lo más importante, lo primero, es comer. Ello eleva el ánimo, y despierta el ingenio. Eso y los licores con que el simpático señor de la cazadora de cuero y gafas prominentes acostumbra acompañar sus almuerzos. Su sacrificada señora explica resignadamente al grupo las particularidades de su esposo. Todos ríen. Yo también, sin saber muy bien por qué.

Me miran con simpatía cuando manejo torpemente los palillos, y sonríen amablemente mientras me acercan en primicia los diferentes platos de la mesa giratoria con mantel de recambio mientras los consumimos a velocidad vertiginosa.

Los alrededores del Xi Hu, el mítico Lago del Oeste de Hangzhou, están poblados por gente pintoresca. Eso han debido pensar todos los que hoy me han pedido hacerse una foto conmigo.

Azar y música

Cuando uno ve en la televisión, escucha en la radio, o tiene conocimiento por la prensa de uno de esos conciertos en los que una importante agrupación actúa en un relevante lugar del mundo, suele preguntarse, con un alto grado de envidia: ¿cómo habrán conseguido esos de ahí su entrada?,¿a qué precio, o conociendo a quién?, o ¿cuántas horas de cola han tenido que soportar?

Berliner_Viena

El pasado 1 de mayo de 2012, la Filarmónica de Berlín ofreció su habitual Europakoncert con el que anualmente conmemora el aniversario de su fundación hace más de 100 años y que cada año tiene lugar en un punto del continente. En esta ocasión, Viena era la ciudad elegida, y más concretamente el singular escenario que constituye la sala principal de la Escuela Española de Equitación, engalanada para la ocasión. Así las cosas, uno que yo me sé que andaba por allí ese día, y que fruto del azar decidió no acercarse a Salzburgo, como estaba programado, y que casualmente vio unos cuantos trailers con el rótulo Berliner Philarmoniker en sus remolques, descubrió que aún quedaban entradas para el evento.

Ni fue tanta la cola, ni fue tanto el precio. Una vez más, un afortunado señor de camisa azul que aparece de pie a la izquierda de la cabeza de Gustavo Dudamel en el siguiente vídeo, observa con atención desde la tribuna superior el noble discurso de la orquesta en sus magníficas Variaciones sobre un Tema de Haydn de nuestro admirado Johannes Brahms. Pero en esta ocasión, ese señor afortunado era yo.

Me encanta el azar casi tanto como la música.

Carreras matutinas florentinas

Uno de los mayores placeres que creo podemos experimentar saliendo a correr es hacerlo en lugares que por uno u otro motivo sean singulares, en sí mismos, para nosotros en particular, o por ambos motivos.
En el caso de Florencia, y en el mío en particular, supone un ciclo que se cierra. En Agosto del año pasado comencé a correr sobre el pavimento mojado de las históricas losas de la ciudad de Florencia. Este fin de semana pasado, algo más de un año después, vuelvo a hacerlo: del Mercato Centrale al Duomo, del Duomo a la Piazza de la Signoria, de la Signoria al Ponte Vecchio, Palazzo Pitti, Piazzale Michelangelo… Tan sólo yo, los barrenderos que preparan las calles, aún vacías, para recibir miríadas de turistas, y el sonido lejano de las campanas de la Santa Croce.
Un año después todo sigue igual. Bueno, todo no: doce meses de entrenamiento hacen mucho y mi ritmo es ahora mucho mejor. Eso sí: el placer sigue siendo igual de indescriptible.

Toscana, un lugar único

De mi reciente viaje por tierras italianas guardo gratos recuerdos. La verdad es que la zona es espectacular. Hemos pasado una semana completa en Florencia, viviendo en un apartamento del Centro y es increible levantarse para pasear por el Duomo , la Signoria o el Puente Vechio a tan sólo dos minutos. Por otra parte estuvimos un par de días en Siena, que para mí ha resultado una de las ciudades más bonitas y culturalmente interesantes de Italia, sobre todo en Agosto: la carrera de Il Palio, conciertos, etc. Finalmente hemos estado otro par de días por las zonas rurales de Toscana, Lucca y Pisa. El paisaje de Toscana es espectacular, tan sólo comparable, a mi modo de ver, con el Tirol suizo, aunque totalmente diferente: viñedos, olivos, campos de cultivo y los característicos cipreses. Y unas villas espectaculares. Además coincidimos con alguna que otra fiesta medieval de la zona, con una recreación histórica bastante cuidada y vistosa. Por lo demás, infectado de turistas, mucho calor y muchos mosquitos. Pero un viaje que os recomiendo a todos.