Santas vacaciones

El pasado 1 de Julio la portada de este diario se hacía eco de la satisfacción mostrada por la Junta de Semana Santa de Ávila ante el acuerdo adoptado por las Cortes de Castilla y León para modificar las vacaciones escolares de Semana Santa a partir de 2019, incluso antes, tras la polémica generada por la publicación del calendario correspondiente al curso escolar 2017-2018, que establece estas vacaciones para el año que viene fuera del período comprendido dentro de la semana completa de pasión. El Consejero de Educación, Fernando Rey, ha sido blanco estos días de las críticas de hosteleros y responsables de las principales Semanas Santas de nuestra comunidad, muchas de las cuales, entre ellas la abulense, ostentan la declaración de Interés Turístico Nacional. Sostiene el Sr. Rey que los períodos vacacionales escolares –que, aunque determinan en gran medida los de los padres en virtud de una deseable conciliación de la vida laboral y familiar, están concebidos en esencia para sus hijos– no deben venir determinados por motivos religiosos, sino por necesidades pedagógicas, en pro de un equilibrio entre los diferentes trimestres lectivos que facilite el rendimiento académico de nuestros chicos. Esta a mi juicio más que razonable postura era calificada sin embargo de “autoritaria” e “intransigente” por parte de los responsables de la Semana Santa abulense, y recibía también duras críticas por parte de otros sectores, que ven crecer durante esas fechas sustancialmente sus ingresos por el turismo. Ello a pesar de la salomónica opción ofrecida por el Consejero, que permite a cada centro decidir cómo organizar estos períodos vacacionales en la línea de lo que se lleva haciendo durante lustros, sin “caos” alguno, con determinadas fiestas patronales en muchas localidades de la región.

Recuerdo que en mis años de estudiante el calendario escolar lo regía todo. En mi condición de profesor aún lo sigue haciendo, y reconozco en ello una suerte de reconfortante segundo orden temporal en mi quehacer laboral, al igual que el de los chicos con los que tengo la fortuna de trabajar, como lo es el de las semanas, los meses, o los años naturales. Superpuestas ordenaciones del tiempo nacidas de la propia naturaleza, la necesidad y la proporcionalidad. Impensable era entonces viajar a la playa o al pueblo si ello suponía perder un solo día de clase. Lo primero era lo primero.

Resulta por ello paradójico que a estas alturas, cuando sanidad y educación dicen ser prioridades nacionales, y mientras se esgrime el recurrente Pacto de Estado por la Educación como herramienta fundamental para construir un futuro sólido para nuestros jóvenes, precisamente la voz de éstos, usuarios y destinatarios últimos del sistema, y la de los profesionales de la educación, docentes y maestros, haya sido tan tenue en este asunto. Tan solo la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Ávila se manifestaba en estas mismas páginas el pasado miércoles, criticando el “intrusismo” de algunos sectores en su tratamiento del tema. A esta hora no he encontrado ninguna manifestación pública del colectivo de profesores de Castilla y León al respecto, tampoco del de alumnos. Seguiré buscando. Mientras tanto, parece que esta vez uno de esos a menudo injustamente vilipendiados responsables políticos ha sabido mantenerse en su sitio. Vaya por ello desde estas líneas mi reconocimiento a mi jefe, el Sr. Rey. Y de paso al amable lector, mi deseo de unas santas –en su acepción de especialmente provechosas– vacaciones estivales. Nos leemos en septiembre.

 

[Publicado en el Diario de Ávila el 9 de Julio de 2017]

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