Epifanías

La mayoría de las celebraciones religiosas encierra con frecuencia un significado mucho más profundo del que, para las personas ajenas a su creencia –y con más motivo incluso en el caso de los fieles a ella–, una perspectiva más simplista puede ofrecer. De hecho, la mayoría de las fiestas de la tradición católica nacen de celebraciones paganas anteriores, de las que se nutren también –siempre es más lo que nos une que lo que nos separa– otras religiones. Ello no les resta, sin embargo, un ápice de su valor. Más bien al contrario enriquece su significado y aporta, sea uno creyente o no, un sentido a muchos de los días que de otro modo corren el riesgo de quedar reducidos a un simple número marcado en rojo en el calendario.

Tal es el caso de la Epifanía, celebración que, aunque parece haberse convertido hoy en un repentino brote consumista colectivo –el día de los regalos de Reyes–, hunde sus raíces en una tradición anterior incluso a la de la Navidad con la que se vincula y de la que, por cierto, también pueden extraerse otras valiosas interpretaciones. Epifanía, del griego epipháneia, significa manifestación, revelación, aparición. En el contexto de la liturgia católica viene a significar la manifestación del dios hecho hombre a los reinos de la tierra, representados aquí por los tres reyes magos que llevan sus ofrendas al recién nacido.

Pero existen otras epifanías. Manifestaciones unas de supuestos mesías venidos de lejanos reinos y cargados de copiosos bienes materiales. Revelaciones otras de riquezas mucho más valiosas que aquellas y que permanecían intactas delante de nuestras propias narices, pero que no alcanzábamos siquiera a vislumbrar. El descubrimiento de nuestras propias certezas es una de las más satisfactorias experiencias del ser humano. Aprender, descubrir, compartir, amar incluso, son epifanías diarias que cualquiera de nosotros puede experimentar gratuitamente sin esperar al día de reyes. Basta con mantener una predisposición permanente para que lleguen. En algunos casos ello nos permitirá hacernos más visibles, accesibles y comunicativos con los demás. En otros, con suerte, aprenderemos a escucharnos a nosotros mismos, descubriendo que, en la mayor parte de las ocasiones, la respuesta a nuestras preguntas, a nuestras preocupaciones y anhelos, reside en nuestro interior.

Tras unas intensas jornadas de celebración familiar, con nuestros amigos y seres queridos, mientras los más pequeños apuran las últimas horas para disfrutar con los juguetes que los magos de oriente les dejaron antes de volver a la rutina del colegio, los albores de este 2017 nos ofrecen una oportunidad para establecer nuevos objetivos, para fijarnos nuevas metas. De estos retos, de este empeño, nacerá nuestra capacidad para crecer, para subir más alto, para llegar más lejos. Ojalá, como en antaño los reyes del oriente, no perdamos nunca la capacidad de sorprendernos, de descubrir la grandeza de las pequeñas cosas, de alcanzar a cada instante sutiles epifanías personales. Feliz descubrimiento a todos. Feliz Año nuevo.

 

[Publicado en el Diario de Ávila el 8 de Enero de 2017]

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