Lápiz y papel

A lo largo de esta semana los medios de comunicación locales, regionales y nacionales se han esforzado en dar cumplida cuenta del éxito obtenido por nuestra comunidad autónoma en el informe PISA de educación correspondiente a 2015, y que nos coloca a la cabeza del país por encima de Madrid o Navarra, e incluso de otras naciones tradicionalmente asociadas a modelos educativos de éxito como Alemania o los Países Bajos. Independientemente del acierto en el procedimiento de obtención de estos datos, y más allá de las cifras absolutas que arroja –sin duda positivas y por las que tanto alumnos, como padres y profesores debemos felicitarnos– es interesante leer entre líneas para extraer algunas pistas que nos permitan seguir mejorando en la trascendente tarea educativa.

Un aspecto destacado de este informe es que las diferencias entre algunas comunidades autónomas continúan incrementándose. Así, los resultados de Canarias, Andalucía o Murcia no parecen mover al optimismo. La transferencia de las competencias educativas desde el gobierno central es lo que tiene: de sus respectivas políticas y capacidad de gestión dependerá en gran medida el éxito académico de sus jóvenes. Es labor del Estado sin embargo no dejar al fin a cada uno a su suerte y en este caso, como en tantos otros, siempre será mejor elevar la media del conjunto ayudando a los rezagados que aflojar el ritmo, algo que no por evidente suele ser siempre costumbre política. De otro modo, en base al principio de solidaridad interterritorial –conviene recordarlo– el éxito de unos pocos será tan solo la guinda del fracaso de todos.

Otra de las conclusiones que arroja el informe es que la inversión en educación, o al menos en depende qué capítulos del presupuesto, no constituye necesariamente garantía de éxito. Aunque ayude, y mucho, para qué nos vamos a engañar. El caso del País Vasco es paradigmático, con resultados por debajo de la media nacional y de los países de la OCDE, y ello a pesar de no haber reducido su presupuesto en educación durante los años más duros de la crisis. Castilla y León, sin embargo, ha conseguido hacer más con menos, en un ejercicio de optimización de recursos por parte de todos los sectores implicados alabado por el propio Consejero de Educación, Fernando Rey.

Quizás la tan traída y llevada calidad de la educación –que aparte de poner y quitar ministros, hasta la fecha parece ser más una pose que un objetivo real– no solo tiene que ver con los medios materiales. Podemos dotar las aulas con equipamiento de última generación, dar clase en tres o cuatro idiomas, incluso diseñar contenidos curriculares punteros y ambiciosos planes de estudio debatidos y consensuados por todas las fuerzas políticas y agentes sociales: la calidad de la educación del país seguirá dependiendo de la calidad de su profesorado. Lápiz y papel en manos del auténtico maestro son la más poderosa herramienta educativa que existe. Ojalá el gran pacto educativo que, dicen, se vislumbra en lontananza de esta prometedora legislatura mueva a unos y otros a apostar por mecanismos de selección y seguimiento tan exigentes como generoso el trato económico y el reconocimiento social y jurídico a maestros, profesores y docentes. Es el futuro lo que nos jugamos.

 

[Publicado en el Diario de Ávila el 11 de Diciembre de 2016]

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