El grano de la paja

El pasado miércoles tuve ocasión de asistir al acto de inauguración de la Escuela de Verano de la Universidad Católica de Ávila. El evento estuvo presidido por el Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación en funciones, José Manuel García-Margallo, quien disertó sobre los populismos en el siglo XXI, tema central del encuentro que se desarrolló durante las jornadas del miércoles y del jueves en el Palacio de Congresos y Exposiciones Lienzo Norte de la capital.

Independientemente de la opinión que cada uno de nosotros tenga sobre un tema tan actual como éste, lo más relevante del acto no fue la amplia presencia de personalidades del ámbito político, periodístico y académico, sino la gran capacidad de síntesis, el poderoso argumentario y la eficaz oratoria del señor García-Margallo. Pocas veces tiene uno ocasión de escuchar en directo a una personalidad con el recorrido profesional, humano y político del actual responsable de la diplomacia exterior del país. En su exposición realizó un completo análisis del devenir histórico del siglo XX europeo –sin olvidarse de las conexiones con el resto de países del arco mediterráneo, Norteamérica y Asia, sin los que sería imposible comprender el actual panorama de globalización económica–, ofreciendo a los presentes una privilegiada visión solo al alcance de unos pocos, una amplia perspectiva imprescindible para reflexionar antes de la toma de cualquier decisión política que aspire a ser acertada.

En estos tiempos de estruendo mediático, de palabrería fácil, de retórica vacía, obviedades y redundancias, se hace más necesario que nunca exigir a los responsables políticos que concurren a la inminente reválida electoral contenido, mesura y cintura en sus palabras. Sería bueno que hablara en cada momento solo quien tiene algo que decir. Quien, desde el conocimiento, la experiencia y la prudencia justificase la atención que su audiencia le presta. Convendría que solo participara en la vida pública, por ende, quien tiene algo que aportar, y no sólo algo que obtener. El denostado panorama político actual no es sólo consecuencia de la estructura interna de los partidos –que también–, sino sobre todo de lo que los ciudadanos deberíamos demandar y tendemos a obviar. La política debe ser lo que los ciudadanos con criterio queramos que sea, no lo que otros decidan por nosotros. Solo poniendo en manos de los más capaces la toma de decisiones, otorgando nuestra confianza a los que justamente deberían ser acreedores de ella en cada campo de la vida pública, la política recobrará el merecido prestigio que nunca debió perder.

Conviene recordar por ello que en las próximas elecciones generales no elegimos cuatro líderes, sino trescientos cincuenta diputados. También que en las papeletas que los abulenses depositaremos en las urnas no aparecen los nombres de estos cuatro líderes, sino los de otros muchos candidatos que conformarán los equipos de trabajo de aquéllos: sobre ellos se nos pide el escrutinio. Escuchemos sus argumentos, valoraremos –exijamos– sus propuestas. Sólo así conseguiremos quizás, con el tiempo y una caña, discernir el grano de la paja.

 

[Publicado en el Diario de Ávila el 5 de Junio de 2016]

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