También entre notas anda Dios

Recuerdo bien el primer concierto sinfónico al que tuve ocasión de asistir en la sala Tomás Luis de Victoria – que tal es su nombre desde hace ya algún tiempo – de nuestro Lienzo Norte. Pude entonces escuchar emocionado mi adorada suite El mar, de Claude Debussy, en mi ciudad y en un escenario acorde a los requerimientos de una música tan grandiosa como sutil. Era la Orquesta Sinfónica de Castilla y León la que ponía en pie la obra. Los evocadores amaneceres impresionistas y la tempestuosa furia de las olas descritos magistralmente por el compositor francés resonaban junto a las centenarias piedras de la muralla y nos hacían despertar por momentos a los atónitos espectadores del sueño de estar escuchando aquello en nuestra propia ciudad. Independientemente de la gran inversión necesaria para levantar el por otra parte soberbio edificio, la ciudad contaba por fin con un espacio adecuado para ofrecer a sus ciudadanos la mejor música sinfónica.

El pasado viernes, de nuevo la Orquesta Sinfónica de Castilla y León nos visitaba para ofrecer en esta ocasión el concierto extraordinario que abría – esperamos expectantes que le sigan muchos otros – la programación de actos conmemorativos del Quinto Centenario del Nacimiento de Santa Teresa. El emotivo Concierto para Violoncello y Orquesta de Edward Elgar en las manos de la violoncelista Beatriz Blanco, y la brillante Primera Sinfonía de Johannes Brahms bajo la flexible batuta de Jaime Martín, fueron – o esa era la idea – los protagonistas.

Pero lo realmente sorprendente del concierto fue la respuesta del público, que agotó las escasas localidades disponibles – menos de la tercera parte del aforo total – en unos pocos minutos. No son muchas las ocasiones en las que este gran espacio muestra su aforo completo, sala dorsal incluida, en un concierto sinfónico. Un servidor solo lo recuerda en alguno de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Ávila. Cabe preguntarse entonces por qué en otras ocasiones en las que la Sinfónica de Castilla y León – excepcional agrupación reconocida como tal allá por donde pasa – nos ha visitado se completase tan solo una reducida parte del aforo. Hace ya algunos años que esta orquesta viene ofreciendo además un Abono Proximidadque incluye, por unos pocos euros, el desplazamiento en autobús desde Ávila hasta Valladolid y la entrada a sus conciertos de temporada. Estos conciertos de la OSCYL no cuentan sin embargo con una respuesta tan generosa por parte del público de la capital, siendo los mismos músicos, las mismas salas y en muchos casos las mismas piezas.

Luis Suñén se esforzaba en sus notas al programa del concierto del viernes en buscar el nexo entre Elgar, Brahms y Santa Teresa. Encomiable, por complejo, intento. Pero bienvenidos sean los centenarios si sirven para que las salas de conciertos se llenen, aunque solo sea para enseñarnos cuando se debe aplaudir y cuando no, si la obra no ha terminado, y por qué no es oportuno toser en el tenue hilo de voz de un pianissimo. Hay mucho aún por hacer, y los que tenemos más o menos responsabilidades en este campo debemos redoblar nuestros esfuerzos para ofrecer siempre el mejor producto posible de la forma más abierta – que no necesariamente gratis – posible. Ojalá sea este el preludio de un gran año cultural. Sea usted creyente o no, de izquierdas o de derechas, convendrá conmigo en que en las grandes cuestiones los extremos siempre se tocan. Y quizás, parafraseando a Santa Teresa, también entre notas anda Dios.

[Publicado en el Diario de Ávila el 11 de Enero de 2015.]

3 comentarios sobre “También entre notas anda Dios”

  1. (Comentario de Guillermo Buenadicha)

    Como siempre, Óscar, brillante artículo. Compartí en su momento la emoción de la inauguración del auditorio con Debussy (aunque el Diario mentase a su progenitora al hablar de la gran obra «la mere»), y contigo estoy en que el Lienzo nos permite unos horizontes musicales que antes no podíamos soñar. Mi comentario se dirige a tu segundo párrafo, intentando aportar, falible y perfectible como soy mi humilde luz a tus preguntas. El público musical abulense es, para desgracia, el que es. Llenar más allá de 400-500 plazas con gente que acuda voluntaria y activamente a un concierto es ya un milagro. Las visitas ordinarias de la OSCYL cumplen con esto, o aún con menos, ya que normalmente no se acompañan de una publicidad y de un empuje institucional suficiente. Uno se pregunta si con 400 alumnos matriculados en enseñanzas musicales solo en el Conservatorio, sin contar Escuela Municipal no debiera de haber una mayor masa crítica, pero eso es otro tema que quizás debiera de involucrar a docentes y padres en el fomento del oir y no solo del tocar. El público que acudió a por las invitaciones (y recalco la palabra) lo hizo no ante el reclamo de un gran concierto de la OSCYL, me temo, sino ante una mezcla de una machacona reiteración publicitaria del acto-concierto, como normalmente no se suele ver, ante el hecho de que era gratis, y considerando de que las otras 1000 entradas ya estaban otorgadas con criterios no suficientemente aclarados, pero a buen seguro incluyendo invitaciones a determinados colectivos locales y excluyendo a otros. Esto siempre genera cierto falso efecto de elitismo. No hay que obviar un cierto efecto de «debe de ser algo muy importante ya que acudirá gente que se presupone importante». Creo que todo esto trasciende lo musical, y aporta datos al problema de asistencia que planteas. reitero mi pregunta de que cuántos de los escasos habituales en los conciertos ordinarios de la OSCYL estaban presentes. Y de antemano concuerdo en que llevar a alguien nuevo a un concierto, con los métodos que sean, solo puede ser positivo. Como admirador de tu prosa no voy a comentar nada a las fantásticas pinceladas y entrelíneas del tercer párrafo, efectivamente hay mucho por hacer. Ójala sea un gran año de cultura, y esperemos que ésta sea para que todos puedan crecer en ella, y no para que unos pocos intenten crecer a costa de ella. Un fuerte abrazo.

  2. Muchas gracias, amigo Guillermo, por tus como siempre atinadas palabras. Efectivamente, en este tipo de eventos hay siempre un importante componente publicitario. Esta es quizás una de las claves de la respuesta del público, como lo es de tantos otros asuntos que, como bien dices, trascienden lo meramente musical. Quizás si la música llenara tantos minutos de televisión como el fútbol otro gallo nos cantaría. Mi intención es precisamente esgrimir preguntas para que cada cual obtenga sus respuestas. Estoy de acuerdo contigo en que eventos de gran calado artístico pasan a veces de puntillas mientras que otros, gracias a ese «empuje publicitario» que mencionas, gozan de una mayor respuesta del público. Bien lo sabéis los que también colaboráis activamente en la vida musical abulense, desde Juventudes Musicales, o el Casino Abulense. De ahí me reiteración a seguir trabajando para que lo bueno sea nítidamente definido por los promotores e impulsores de la actividad cultural. Y sí: muchos de los incondicionales aficionados de Ávila no estaban el viernes, aunque otros muchos sí: quien sabe qué criterio se siguió para adjudicar las invitaciones. En todo caso, insisto, los entonces presentes que no suelen estar en conciertos quizás regresen: seamos optimistas. Un abrazo.

  3. (Respuesta de Guillermo Buenadicha)

    Veamos, a efectos de testigo, cuántos nos reuniremos a 5 euros la entrada en San Francisco el día 24, a escuchar a Javier Ares. Espero que muchos, y que no sea efecto de un reparto masivo de invitaciones, sino de ganas auténticas de cultura. Seamos optimistas.

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