De reencuentros, recuerdos y otros sones

En estas fechas de reencuentros los que nos dedicamos a la música solemos tener la ocasión de hacer lo propio también en el feliz contexto de la interpretación musical. La música tiene esa virtud: la de servir como nexo de unión no solo profesional, sino también personal y afectiva. Dejando de un lado el soniquete de villancicos que se escucha en la calle mientras escribo estas líneas, y que no es sino la parte más superficial del ambiente musical navideño, existe otra parte más valiosa que se hace tangible en la multitud de actividades musicales que pueblan en estas fechas las salas de conciertos, las iglesias y los auditorios.

En el caso abulense, no tengo por menos que mostrar la inmensa satisfacción que me produce ver como muchos de los jóvenes que no hace demasiado tiempo marchaban fuera de la ciudad, e incluso del país, para formarse profesionalmente como músicos regresan en estas fechas con el aval de lo mucho y bueno aprendido bajo el brazo. Resulta llamativo hacer un recuento del amplio número de músicos profesionales que durante décadas fundamentaron su formación en nuestra ciudad, y sorprende aún más comprobar el alto nivel que muchos de ellos han adquirido en esta esforzada disciplina. Ahora dejan por unos días su actividad en orquestas europeas o conservatorios superiores para volver a casa por navidad, y como lo que hacen les apasiona – bendito privilegio que no se paga ni con todo el dinero del mundo – reservan una parte del tiempo de su visita para compartir su música con los que otrora compartieron solfeos, exámenes y nervios.

Si hace unos días escuchábamos a uno de nuestros más brillantes oboístas actuar en el recientemente inaugurado Palacio de Caprotti, en un concierto que sorprendió a propios y extraños por las singulares cualidades escénicas del lugar, y ayer mismo disfrutábamos del buen hacer de un quinteto de viento de estos jóvenes en la Ermita de la Virgen de las Vacas, mañana casi todos ellos se subirán de nuevo, de la mano de Juventudes Musicales de Ávila, al escenario de la sala Tomás Luis de Victoria – feliz compendio musical abulense – de Lienzo Norte para actuar como integrantes de la Orquesta Sinfónica de Ávila en otro a buen seguro inolvidable concierto de navidad.

No es necesario echar mucho la vista atrás para recordar que todo esto que hoy nos parece normal era hasta hace bien poco impensable: docenas de músicos profesionales abulenses, salas de conciertos de alto nivel, programaciones musicales de gran calidad. Y ante todo, un público que puede y debe demostrar ahora que ante semejante derroche de talento – que no es otra cosa que trabajo – sabe responder con su asistencia masiva a estas propuestas para dejar bien claro que la cultura lo es todo y que sin ella, especialmente la que nace de nuestros jóvenes, el futuro de este país sería un apacible lugar para unos pocos pero un inhóspito páramo para la mayoría.

No tengo por menos que tener un recuerdo especial para alguien que ha sido en buena parte artífice de esta realidad. La pasada Nochebuena, como cada año desde hace muchos, un grupo de estos instrumentistas, junto a otro de buenos amigos cantores, dejamos una vez más el turrón y las sidras de los fastos navideños sobre la mesa para acercarnos a tocar y cantar la misa del gallo en la Iglesia de La Santa. Sirva este singular evento, que desde hace algún tiempo queda bajo la sabia batuta de otro buen compañero y amigo músico, de íntimo homenaje a nuestro querido Antonio Bernaldo de Quirós quien, desde su profundo amor por la música, por la enseñanza y por el trabajo, ha formado a estas generaciones de músicos. Ojalá esta abundante cosecha musical navideña llegue de algún modo a sus oídos, por su disfrute y por la satisfacción del trabajo bien hecho, y que el próximo año 2014 pueble nuestra ciudad de mentes abiertas, despiertas y esforzadas como la suya. Nos va mucho en que así sea.

[Publicado en el Diario de Ávila el 29 de Diciembre de 2013.]

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