Adaptarse o morir

Esta semana se hacía público el Libro Blanco de la Música en España. Los autores del estudio indican que la música a través de internet constituye hoy día en nuestro país el 46% del negocio total, y que en 2012 la caída de los soportes tradicionales alcanzó un 77% respecto a hace diez años. Todo ello en un mercado que supone el 0,49% del producto interior bruto nacional.

Estas cifras nos deben hacer reflexionar sobre el cambio del modelo de distribución musical, y de como los mecanismos de adaptación al mercado son, aunque a muchos les pese, indispensables para el ámbito cultural al igual que lo son para el resto de sectores productivos. Siempre he defendido que una de las inteligencias más prácticas es la capacidad de adaptación al medio, y en este caso no lo es menos. Así lo han entendido todos los que han propiciado la creación de modelos alternativos, como el crowfunding, que a partir de pequeñas inversiones de particulares propicia proyectos que a su vez solo fructifican si se alcanza una inversión mínima, esto es, si interesan lo suficiente al público.

Las estrategias a las que, por necesidades del guión económico, deben someterse las industrias artísticas y culturales requieren de la debida inteligencia que permitan compatibilizar el resultado artístico con el interés del público. Todo un reto. ¿Es más lícito ofrecer al público lo que el ámbito artístico profesional entiende como óptimo o debe ser el consumidor final el que defina sus gustos y determine lo que debe ser programado, grabado o producido? En la respuesta a esta pregunta radica gran parte del meollo cultural. Para muchos la segunda opción es la ideal: el consumidor decide qué escucha, cómo lo escucha, qué compra y a qué conciertos va. Ahora bien: ¿de qué opciones dispone para elegir? No nos engañemos: de las que la industria le oferta, y solo de estas. El ideal “alternativo” de que cada cual busca lo que le gusta allá donde exista es solo cierto a medias: difícilmente podremos escoger entre opciones lejanas o que no conocemos. Y es ahí donde entra la responsabilidad de las administraciones públicas, las entidades programadoras, los gerentes y los directores de las salas de conciertos: solo un conocimiento lo más amplio posible del medio desde el punto de vista profesional y la aplicación valiente de criterios sólidos en la selección de los proyectos permite alcanzar objetivos relevantes a medio y largo plazo.

Convendría entonces considerar qué es rentable en cultura. La cuenta de beneficios en este campo no puede ser, por definición, tan precisa como en otros ámbitos, si bien debe estar presente – el no estarlo ha dado pie a políticas erráticas por todos conocidas- , tanto en lo económico como, sobre todo, en lo social. Un buen ejemplo es la puesta en marcha de iniciativas en torno a hechos, personajes o lugares definidos, que consiguen rentabilizar en el tiempo las inversiones realizadas en un momento puntual: la serie televisiva sobre los Reyes Católicos es un buen ejemplo. Otro más cercano aún es lo que Ávila le debe a Santa Teresa. Aunque hay más vida – y negocio – después de santos y mártires, dicho sea de paso.

A menudo vemos inversiones públicas millonarias en proyectos que basan su éxito casi exclusivamente en sus espectaculares presupuestos. O goteos incesantes de pequeñas cantidades hacia compromisos añejos y sin objetivos conocidos. En estos casos las cifras tal vez cuadren a corto plazo, pero a mi modo de ver, no tanto al largo. El dinero privado se gasta si se desea: el público siempre se invierte. Cuando los focos se apagan, se baja el telón, se cierran las puertas de los teatros, y las calles quedan vacías cabe plantearse qué queda de todo aquello en el tiempo. Los grandes proyectos son los que han conseguido rebasar esta barrera temporal para instalarse en el subconsciente colectivo como parte intrínseca de un pueblo, una ciudad o un país. Y para eso hace falta no solo dinero. Hacen falta ideas, proyectos sólidos, imaginación, esfuerzo y empeño: ese es el auténtico capital.

[Publicado en el Diario de Ávila el 1 de Diciembre de 2013.]

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